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Radar Presidencial Octubre: indicadores en la recta final

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El cierre de octubre dejó un panorama nítido y a la vez paradójico en el ecosistema digital de la campaña presidencial chilena. Las mediciones del Radar Presidencial muestran que el liderazgo en reputación no coincide con el liderazgo en visibilidad. Esta disonancia - que no es anecdótica, sino sistemática a lo largo del mes - introduce el mayor componente de incertidumbre para la primera vuelta: el candidato mejor evaluado no es necesariamente quien concentra la mayor atención. Cuando la ciudadanía está próxima a votar, la dinámica de búsqueda y consumo de contenidos puede redistribuir de manera abrupta la atención, reordenando expectativas que, vistas sólo desde la reputación, parecerían estables.

Qué medimos y cómo leerlo

El Radar Presidencial integra señales de tres fuentes abiertas: búsquedas en Google, titulares de prensa digital y videos influyentes de YouTube. A partir de esas señales se estiman siete indicadores por candidatura: visibilidad, favorabilidad, sentimientos, baja agresividad, liderazgo, carisma y credibilidad. Estos componentes se agregan en un puntaje de reputación global, permitiendo comparaciones entre candidatos y en el tiempo.

La reputación sintetiza la calidad percibida de la conversación digital: no se limita a si el tono es positivo o negativo, sino que aproxima atributos que, en la literatura, se asocian a gobernabilidad (liderazgo, credibilidad). La visibilidad, en cambio, captura la cantidad de atención: quién está siendo más buscado y más consumido en audiovisual en un periodo dado. En contextos electorales, es habitual que ambos ejes se muevan juntos; en octubre, no ocurrió.

El ranking reputacional y sus matices

Evolución de puntajes globales

El ranking de reputación global de octubre quedó encabezado por José Antonio Kast, con 54,4 puntos, seguido por Evelyn Matthei (47,8). El tercer lugar es de Franco Parisi (43,5), mientras Jeannette Jara aparece cuarta (43,0) y Johannes Kaiser quinto (42,2). Más atrás se ubican Marco Enríquez-Ominami (40,9), Eduardo Artés (36,0) y Harold Mayne-Nicholls (35,3).

José Antonio Kast

Su liderazgo reputacional se apoya en liderazgo 73% y credibilidad 67%, atributos asociados en la literatura a gobernabilidad. La brecha de canales es clara: los videos son marcadamente más favorables (75% de comunicación favorable) que la prensa (23% favorables), patrón que sugiere una estrategia audiovisual eficiente frente a un entorno editorial más crítico. En dimensiones blandas, el carisma permanece en un registro medio (47%), y persisten fricciones temáticas (como transparencia patrimonial y críticas por nepotismo) que pueden erosionar el desempeño ante audiencias no convencidas. En visibilidad, su puntaje (43) es inferior al de otras candidaturas con menor reputación.

Evelyn Matthei

Presenta un perfil mixto, con liderazgo 64% y credibilidad 34%. La campaña ha tratado de reforzar credenciales de gestión a través de gestos programáticos y vocerías sectoriales; sin embargo, episodios comunicacionales generan ruido intermitente. Destaca su visibilidad (68), por encima de la mayoría de sus competidores, aunque su reputación global (47,8) se mantuvo por debajo de la de Kast durante el período.

Franco Parisi

Completa el podio con un triángulo asimétrico: liderazgo 43%, carisma 38% y credibilidad 23%. Repite la brecha de canales: en YouTube obtiene un entorno significativamente más favorable (75% de comunicación favorable) que en titulares (en torno a 38% favorables). Su visibilidad (34) es moderada. Las controversias judiciales y el debate sobre su residencia tensionan la dimensión de credibilidad, aunque conserva una base de apoyo reconocible que mantiene su atractivo en escenarios de segunda vuelta.

Jeannette Jara

Ubicada en el cuarto lugar de reputación (43), exhibe credibilidad 27% y una brecha inversa de canales: prensa más benigna (43% de favorabilidad) que su desempeño en videos (27%). La visibilidad alta (70) convive con controversias programáticas (por ejemplo, aborto) y tensiones intra-coalición que alimentan una percepción más crítica en plataformas audiovisuales.

Johannes Kaiser

Muestra puntajes de carisma de 27%, liderazgo 23% y credibilidad 32% (un triángulo débil en términos reputacionales), pero con videos muy favorables (74%) y visibilidad sobresaliente (82). Es el caso paradigmático de visibilidad sin reputación: mensajes controvertidos maximizan su alcance y ubican temas en agenda, perola relación con adhesión por el candidato es incierta cuando faltan credenciales de credibilidad y liderazgo.

Marco Enríquez-Ominami, Eduardo Artés y Harold Mayne-Nicholls

Enríquez-Ominami se mueve en banda media de reputación (40,9) con visibilidad muy baja (9), lo que limita la proyección de su mensaje. Artés reporta 36,0 de reputación y 21 de visibilidad, estabilizado en nichos de conversación específicos. El caso más frágil es Mayne-Nicholls (35,3 de reputación; 14 de visibilidad): tras semanas en ascenso, un incidente físico amplificado mediáticamente provocó un quiebre de imagen; la favorabilidad cayó hasta 32% en videos y 42% en titulares, diluyendo el momentum previo.

La paradoja central: reputación sin visibilidad, visibilidad sin reputación

Cuadrante de reputación vs. visibilidad

El punto más relevante del mes es la desconexión entre reputación y visibilidad. Esto re refleja en lo siguiente: Kast alcanza el mejor puntaje reputacional, pero es un 37% menos visible que Matthei y un 48% menos que Kaiser. En elecciones, la visibilidad actúa como “imán” de curiosidad: concentra clics, impresiones y minutos de visionado que, a su vez, amplifican la exposición de mensajes y encuadres.

Del lado inverso, Kaiser ejemplifica la visibilidad sin reputación: un puntaje de 82 en visibilidad con carisma y liderazgo en torno a 27% y 23%, respectivamente. Los mecanismos algorítmicos de los videos premian el contenido polarizante; por eso el candidato alcanza altos niveles de exposición incluso cuando los atributos que sustentan gobernabilidad (credibilidad, liderazgo) son bajos. La implicancia es clara: la atención no es aprecio. Puede elevar el ruido y emplazar temas en la agenda, pero, sin credenciales reputacionales, no es clara la relación con la intención de voto.

Para Matthei, la coyuntura es intermedia: 68 en visibilidad, reputación robusta (47,8) y liderazgo 64%, aunque con credibilidad 34%. Si esa visibilidad se traduce en consolidación reputacional (por ejemplo, alineando vocerías y cerrando brechas de credibilidad), el efecto marginal en la recta final puede ser significativo.

Eventos que reescriben curvas

Octubre también deja un recordatorio de fragilidad narrativa. El caso Harold Mayne-Nicholls es el quiebre más evidente: luego de su desempeño ascendente en debates, un incidente físico con Antonio Neme en 1998, amplificado mediáticamente, desplomó sus métricas de favorabilidad (a un 32% en videos y 42% en prensa) y cortó el impulso de semanas anteriores. Es la lógica de lo extraordinario en plataformas: un evento anómalo tiene la capacidad de reordenar rápidamente las jerarquías de atención.

La disputa Parisi–Kaiser opera como otro laboratorio del mes. Más allá de ganadores coyunturales en el intercambio, el saldo es un aumento de exposición, con beneficios de corto plazo en visibilidad para ambos, pero también con costos reputacionales diferenciales que, a nivel agregado, favorecen a quien logra modular el tono y sostener mensajes programáticos verificables.

Lecturas para la recta final

  1. Evitar monodimensiones. La reputación global sigue siendo una buena aproximación de calidad percibida, y la visibilidad, una condición necesaria para que esa calidad tenga una mayor capacidad de impacto. Octubre muestra que ambos indicadores pueden desacoplarse. Cualquier proyección electoral que ignore esta dualidad va a tender a sobrerrepresentar escenarios “ordenados”.

  2. Los shocks importan más al final. En semanas de alta atención, los eventos excepcionales, ya sean positivos o negativos, reescriben las métricas de manera desproporcionada. El caso Mayne-Nicholls es ilustrativo: un solo episodio revirtió un mes de acumulación reputacional.

  3. Segmentos y microesferas. Las asimetrías videos-prensa y entre reputación-visibilidad sugieren microesferas con lógicas distintas. Una campaña eficaz a días de la elección no es la que “sube todo a todas partes”, sino la que interviene quirúrgicamente en las dimensiones donde sus atributos tienen mayor elasticidad.

En suma, octubre deja instalado el eje analítico que definirá los días previos a la primera vuelta: quién logra alinear reputación y visibilidad. Si el mejor evaluado no es el más visto, y si el más visto no consolida atributos de gobernabilidad, la competencia permanece abierta. Es una paradoja sólo aparente. En plataformas, la atención es un recurso que se conquista, mientras que la reputación es uno que se sostiene. La elección se juega, en buena medida, en esa interfaz.



 
 
 

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