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Del Radar a las urnas: qué anticipaba la conversación digital de la primera vuelta presidencial 2025

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El 5 de noviembre publicamos en Monitor Social el análisis Radar Presidencial Octubre: indicadores en la recta final, donde planteamos una paradoja: el liderazgo en reputación no coincidía con el liderazgo en visibilidad. Kast encabezaba el ranking reputacional, Matthei y Kaiser lideraban en atención digital, y Jeannette Jara aparecía cuarta en reputación pero muy alta en visibilidad.

Diez días más tarde, esa foto se contrastó con el dato duro de las urnas. Este post busca justamente hacer ese cruce: ¿qué tanto se pareció el Radar Presidencial a los resultados de la primera vuelta? ¿Dónde capturó bien la estructura competitiva y dónde aparecieron sesgos o “zonas ciegas”?

La primera vuelta en números (muy) apretados

Según los cómputos oficiales basados en el 99,99% de las mesas escrutadas, los resultados de la primera vuelta presidencial fueron aproximadamente los siguientes:

  • Jeannette Jara (Unidad por Chile): 26,8%

  • José Antonio Kast (Partido Republicano): 23,9%

  • Franco Parisi (Partido de la Gente): 19,7%

  • Johannes Kaiser (Partido Nacional Libertario): 13,9%

  • Evelyn Matthei (Chile Grande y Unido): 12,5%

  • Harold Mayne-Nicholls: 1,3%

  • Marco Enríquez-Ominami: 1,2%

  • Eduardo Artés: 0,7%

El cuadro dejó instalada una lectura casi unánime en la prensa internacional:

  • Jara gana, pero con un primer lugar frágil, por debajo del 30% que muchas encuestas le atribuían.

  • Kast llega segundo con una base muy competitiva para la segunda vuelta, en un escenario en que la suma de derechas y ultraderechas supera el 50% del voto.

  • Parisi se consolida como tercera fuerza nacional, con un resultado que muchos análisis de opinión califican de “sorpresa” o “factor bisagra” para el balotaje.

Con esa foto sobre la mesa, volvamos a octubre.

Qué mostraba el Radar Presidencial en octubre

En el post previo describimos el Radar como un modelo que integra tres fuentes abiertas (búsquedas en Google, titulares de prensa digital y videos influyentes de YouTube) para estimar siete indicadores por candidatura: visibilidad, favorabilidad, sentimientos, baja agresividad, liderazgo, carisma y credibilidad. Esos componentes se agregan en un puntaje global de reputación, que no es intención de voto, pero sí una aproximación a la “calidad percibida” de la conversación digital.

El ranking reputacional de octubre cerró así:

  1. José Antonio Kast – 54,4 puntos de reputación global

  2. Evelyn Matthei – 47,8

  3. Franco Parisi – 43,5

  4. Jeannette Jara – 43,0

  5. Johannes Kaiser – 42,2

  6. Marco Enríquez-Ominami – 40,9

  7. Eduardo Artés – 36,0

  8. Harold Mayne-Nicholls – 35,3

Cuadrante de reputación vs. visibilidad

Al mismo tiempo, veíamos una desconexión fuerte entre reputación y visibilidad:

  • Kaiser era el más visible (82 en visibilidad) con reputación media-baja.

  • Matthei combinaba alta visibilidad (68) con reputación robusta.

  • Jara exhibía visibilidad alta (70) pero reputación algo más castigada, sobre todo en videos.

  • Kast lideraba en reputación, pero con visibilidad moderada (43).

En el blog lo resumimos en una frase: “la atención no es aprecio”, y dejamos abierta la pregunta de cómo se acomodarían ambas curvas en la recta final.

Ranking reputacional vs. ranking en votos

Si ponemos lado a lado el ranking del Radar y el orden de la primera vuelta, aparece un patrón claro:

  • Los cinco protagonistas son los mismos en ambos listados: Jara, Kast, Parisi, Kaiser y Matthei concentran reputación, visibilidad (y votos).

  • El orden interno cambia, y ese reordenamiento dice cosas interesantes sobre cómo se traduce la conversación digital en apoyo electoral.

Jara: cuarta en reputación, primera en votos

En octubre, Jara aparecía cuarta en reputación, con credibilidad más baja que sus competidores directos y tensiones programáticas y de coalición que erosionaban su evaluación en videos, pese a un entorno de prensa relativamente más benigno. En las urnas, sin embargo, fue la candidata más votada, con 26,8%. ¿Cómo se concilian ambas fotos?

El Radar capturaba la fragilidad cualitativa de su liderazgo: alta visibilidad, pero con indicadores de credibilidad más débiles y controversias tematizadas en plataformas audiovisuales.

El resultado electoral confirmó que ese liderazgo era real pero acotado: suficiente para quedar primera, pero lejos de un techo del 30–32% que muchos daban por descontado.

En términos de uso de datos, podemos decir que el Radar no negaba un buen desempeño de Jara, pero sí anticipaba que su ventaja era vulnerable si no lograba alinear reputación y visibilidad.

Kast: primero en reputación, segundo en votos (y ganador del campo de derecha)

Kast encabezaba el indicador global de reputación, apoyado en altos niveles de liderazgo (73%) y credibilidad (67%), atributos asociados en la literatura a gobernabilidad.

En la elección quedó segundo en el total nacional, con 23,9%, pero se impuso nítidamente en lo que varios análisis describen como una especie de “primaria de la derecha” al interior de la primera vuelta, superando a Matthei y Kaiser en la mayoría del país.

Dicho de otra forma, el Radar sobreestimó levemente su capacidad de ser primera mayoría nacional, pero captó bien que, dentro del mundo de derecha y ultraderecha, Kast llegaba mejor posicionado reputacionalmente para ordenar el campo.

Que hoy sea leído por muchos análisis como el candidato con la ruta más expedita para crecer en segunda vuelta está alineado con ese diagnóstico reputacional previo.

Parisi: tercer lugar esperado, tercer lugar conseguido

Parisi ocupaba el tercer lugar en reputación y mostraba un patrón de “campaña audiovisual eficiente”: entorno muy favorable en YouTube frente a una prensa considerablemente más crítica, con credibilidad tensionada por controversias judiciales.

En la primera vuelta quedó tercero con casi 20%, resultado que varios medios califican de “sorpresa” por su magnitud y por la posibilidad de que su electorado se vuelva decisivo en el balotaje.

Aquí el Radar funcionó casi como un detector temprano de viabilidad competitiva. No medía intención de voto, pero sí mostraba a Parisi en un podio reputacional estable, con base propia y narrativa reconocible. Esa estructura reputacional es coherente con el salto que finalmente dio en votos, en un contexto de alto descontento con los partidos tradicionales.

Lo que el Radar sí vio (y lo que no)

A la luz de la primera vuelta, se pueden sintetizar tres aprendizajes sobre el uso del Radar Presidencial en contextos electorales.

Como mapa de actores relevantes, funciona

El Radar identificó correctamente a los cinco protagonistas de la elección y los ordenó en un rango reputacional relativamente acotado.

Ningún “outsider” que estuviera fuera del modelo reputacional terminó irrumpiendo desde la nada con un resultado de dos dígitos. La sorpresa de Parisi fue de magnitud, no de posicionamiento.

Como termómetro de fortaleza, es más fino que una foto de encuestas

En el caso de Jara, el Radar capturó algo que buena parte de las encuestas y del análisis público tendían a subestimar su liderazgo electoral real, pero también la fragilidad de su reputación y las controversias que podían limitar su crecimiento.

El resultado de 26,8% (primera, pero lejos de cualquier “efecto arrastre”) es coherente con esa doble lectura.

Como modelo predictivo puro, tiene límites claros

También es importante explicitar lo que el Radar no pretende medir intención de voto ni probabilidad de participación.

Por eso, más que pedirle “predicciones”, es preciso usarlo como lo que es: un panel de control de la conversación digital, que ayuda a entender cómo llegan las candidaturas a la elección, no exactamente cuántos votos tendrán.

Tres ideas finales para futuros ciclos electorales

A modo de cierre, tres hipótesis de trabajo que deja esta primera experiencia de cruce sistemático entre el Radar Presidencial y resultados electorales:

  1. Reputación ≠ voto, pero acota el menú de resultados plausibles. El Radar no nos dice quién va a ganar, pero sí quiénes tienen activos reputacionales suficientes para disputar seriamente esa opción.

  2. La “paradoja reputación–visibilidad” no se resuelve en un solo día. La primera vuelta corrigió parcialmente algunos desajustes (el caso de Jara), pero confirmó otros (el de Kaiser): la atención puede ser un atajo al voto, aunque no necesariamente a la presidencia.

  3. Para partidos y comandos, el valor está en el tiempo real. La combinación de un monitor reputacional continuo con plataformas como la de Elecciones 2025 abre la posibilidad de testear narrativas, ajustar mensajes y leer shocks (como el caso Mayne-Nicholls) antes de que se transformen en sorpresas en el escrutinio.

Este ciclo presidencial aún no termina. Pero el cruce entre Radar y urnas ya ofrece una conclusión preliminar: la conversación digital no reemplaza a la política, pero la explica cada vez más. Y entender esa interfaz (entre reputación, visibilidad y voto) será clave para leer no sólo el balotaje de diciembre, sino el ciclo completo que se inaugura en marzo de 2026.



 
 
 

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